“Hoy hace 80 meses que se inauguró este local y hoy estamos
más que orgullosos porque tiene un nombre propio. Martín trabajaba en el sector
de cartografía, en el viejo instituto que ya no existe y tuvo directores
militares que hoy están con cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Martín
era no sólo era un militante que dio su vida sino también demostró ser un
excelente poeta y creemos que es el momento de perpetuar la memoria en la IGN
para las generaciones futuras”, manifestó al principio del acto, Jorge Muñoz,
delegado general.
La iniciativa fue convocada por ATE Capital, la Junta
Interna de la IGN, Barrios por Verdad y Justicia y contó con la adhesión del Área
de Derechos Humanos y de Discapacidad de ATE Capital; Memoria Palermo; la
Comisión Interna del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (SITRAJU-CABA) ; el Instituto Patria y la Junta Interna del Ministerio
de Producción de ATE.
Lidia Estela Mercedes Miy Uranga, más conocida como Taty
Almeida, contó que Alejandro tenía 20 años y cursaba el primer año en la
Facultad de Medicina cuando fue secuestrado y desaparecido por la "Triple
A", el 17 de junio de 1975. “Ese día quedó estudiando para un parcial y
fue sólo por la mañana al Instituto Geográfico Militar, hasta que decidió salir
y alcanzó a decirme que al día siguiente no iría a trabajar y nada más se pudo
saber de él”.
Sòlo de supo de Alejandro por el relato de vecinos que fueron
testigos de una razzia atroz en un bar ubicado en las avenidas de Scalabrini
Ortiz y Santa Fe.
Al finalizar la inauguración, Taty donó el libro de poesías
de su hijo a la Junta Interna y dijo: “Al día siguiente de su desaparición, encontré
estas poesías y tarde 30 años en decidirme a publicarlas, pero luego las Madres
comprendimos que los hijos pertenecen a la historia y me decidí a publicarlo”.
Al mismo tiempo, Fabiana Almeida, resaltó que “para nosotros
es un orgullo, porque hay que rescatar que eran personas, y trabajadores;
Alejandro venía de una familia acomodada, pero podía pensar de otra manera a la
de su familia de origen y eso fue posible gracias al cruce con otros compañeros
y compañeras que veían la realidad de otra manera”.
Luego, frente a una multitud, se colocó la baldosa sobre la
vereda que como símbolo de presencia desafía el olvido y reivindica la justicia
democrática. La memoria urbana continúa con baldosas desde
los primeros adhesivos en el 2005, donde escuelas, hospitales,
parroquias, fabricas, universidades y viviendas particulares multiplicaron el
homenaje y la memoria a militantes asesinados por el terrorismo de Estado.
